He llegado a la conclusión de que no me gusta eso que los críticos literarios o cinematográficos llaman "final abierto". Lo mismo dentro de un tiempo, quizá mucho, quizá poco, cambio de opinión. ¿Se imaginan ustedes un cuadro a medio pintar? ¿O una comida a medio cocer? ¿O un traje a medio coser? Pues una película o una novela sin final es algo así. Me siento casi como estafado. ¡No! ¡Delvuélvanme mi plata, pinches bolu2! Pagué para que me contaran lo que les pasa a los protagonistas, no para que me lo imagine. ¡Para eso escribo o ruedo yo! Alguien dirá, ¡cómo te pones, Diego! Un final abierto es tan final como un final cerrado. ¡Pues no! Recién he vuelto a ver la película "Tres anuncios en las afueras" y me han entrado ganas de irme a Hollywood y abofetear al director, al productor y al guionista. ¡Exijo saber qué van a hacer la señora y el señor cuando hayan llegado a Idaho! ¡Quiero saberlo, necesito saberlo!
Y para festejar el día del libro, nada mejor que un poema, un bello poema que aúna lectura, erotismo, amor y eternidad.
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Filosófame y tenme entre tus manos, conviérteme en tu libro preferido. No soy lectura fácil, lo confieso. A veces, cuando vas por la mitad, vuelves atrás para empezar de nuevo, porque, después de tanto, la historia no era como tú pensabas. Tengo capítulos en griego, en árabe, páginas al revés, otras en blanco, letras corridas, tachaduras, faltas... No soy un libro fácil. Pero tú no abandones mi lectura, te lo ruego. Me gusta que me lean tus pupilas, me gusta que disfrutes con pasajes que yo no imaginaba que tuviera. No dejes de leerme, de hojearme, porque eso es respirar. Un libro es, sin abrir, un ataúd. Y yo no quiero que me cierres nunca. Daniel Cotta Lobato "El beso de buenas noches" Editorial Renacimiento.
¡Estaba seguro de que Camilleri tampoco me iba a defraudar en esta ocasión! Una novela policíaca, que en Italia llaman "giallo" (amarillo), y que se lee con avidez y, pese a que hay un par de muertes, no es trágica (por lo menos a mí no me lo ha parecido); al revés, Camilleri consigue que me ría y que me divierta con la lectura. No es que trivialice la muerte, sino que la historia es tan rocambolesca, que lo de menos son los muertos, sino la trama en sí. El recurso que utiliza es el siguiente: extractos de conversaciones telefónicas y presenciales, noticias de periódicos, informes policiales y mensajes de texto. Esto le da una agilidad tremenda a la novela y, además, como es un maestro en los diálogos, consigue que un diálogo tremendamente cotidiano transmita una gran cantidad de información y provoque humor. Verbigracia:
" - Amor mío. - Corazón mío. - Vida mía. - Tesoro mío" Este diálogo amoroso, que resultaría azucaradamente vomitivo, nos trasmite, en su contexto, evidentemente, una gran información, aparte de provocar la hilaridad en el lector. No puedo decir más. Camilleri también juega con los tópicos italianos con ironía y mordacidad (el amante, la querida, la mujer despechada, el policía eficiente, el comisario chapucero, el empresario corrupto, el trabajador corriente, etc.) con su tono desenfadado y desprovisto de malasombra. Verbigracia: " - ¡Pero debo decirte que me has tocado los huevos! [comisario]. - No tenía ninguna intención. [Bongianno] - Ahora te hago una pregunta a la que debes responder con una palabra. ¿Quién es el jefe aquí dentro, tú o yo? - Usted. - Entonces, mis hipótesis valen más que las tuyas. Y no hay nada que añadir. ¿Está claro, Bongioà? - Está claro." Nada más acabar la novela, me la he vuelto a leer para saborearla mejor. No obstante, queri2 seguidores, a estas alturas del blog, todos ustedes saben que no pretendo ni dirigir ni recomendar lecturas. Sólo quiero escribir sobre lo que me gusta. Que nadie se sienta obligado, por favor. Y siempre doy los datos porque los escritores merecen todo mi respeto. "Km 123". Andrea Camilleri. Editorial Destino.