Si tuviésemos la capacidad de ver a las personas como realmente son, sin duda los políticos serían tal que así: monstruos con tres ojos para vigilar a los votantes, a los enemigos externos (los congéneres de otros partidos) y a los internos (enemigos del propio partido). Han desarrollado dos narices para mejor oler y detectar negocios, privilegios e intrigas. También disponen de dos bocas, una para callar lo que verdaderamente piensan y otra para mentir. Por lo demás, todo fachada porque dentro no hay nada.