¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que sí, que no, que caiga un chaparrón y que se mojen los cristales de la estación!
Dos joyas, una primera edición de "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez y un separador de libros exclusivamente diseñado para mí.
Me gusta esta foto porque las florecillas parece que flotaran, como si se fueran alejando de la realidad. A la fotografía no se le ha aplicado ningún retoque. Casi nunca las retoco. Me gustan naturales. Si me salen bien (que me gusten, por lo menos) las guardo y si no, las tiro al ciberbasurero.
Estamos en días de mucha emotividad, y no hablo ni de las fallas valencianas ni de las procesiones religiosas, sino de los resultados académicos: llantos, lamentos, insultos, rabia, desesperación, acusaciones, frustraciones y alguna que otra alegría, satisfacción y orgullo.
Hoy hablaré de los trabajos escolares. Una de las peticiones clásicas de los alumnos consiste en la sustitución de los temidos exámenes por los trabajos ya que así se liberan de la presión de jugárselo todo a una carta, porque con un trabajo pueden demostrar mejor aquello de lo que son capaces, etcétera. En realidad, los alumnos que hacen buenos exámenes realizan buenos trabajos y los que no estudian para aquellos tampoco se esfuerzan en estos. Pero lo peor de todo es que no atienden a las instrucciones.
Empleé una clase (que se dice pronto: UNA CLASE ENTERA) en explicar en qué consistía la tarea. Para evitar trifulcas sin fin (que las hubo), les asigné a cada uno un país de la Unión Europea. Había una parte obligatoria y otra libre. La parte obligatoria consistía en utilizar el francés y tenían que nombrar el país, su idioma, su gentilicio en masculino/femenino y la capital. En la parte libre tenían que elegir algo típico de ese país (monumento, comida, acontecimiento o cualquier personaje)y contar algo breve. También tenían vía libre para hacerlo a mano o en ordenador, dibujar o pegar fotos. Y, por último, exigencia de hacerlo en un folio DIN-A4, respetar un amplio margen a la izquierda (con la precaución de respetar ese mismo margen, pero en la parte derecha si se utiliza el envés del folio) porque el trabajo iba a ser encuadernado y había que dejar sitio para el gusanillo. En esto último insistí veinte o cincuenta veces, no recuerdo bien. Con ejemplos prácticos, por supuesto. Preguntas: ¿Cuántos folios debe ocupar el trabajo? Uno solo. ¿Por las dos caras? Lo que quieras. ¿Con bolígrafo? Lo que quieras. ¿Y si no sé dibujar? Pega fotos. ¿Lo puedo hacer en español? No. ¿Y si no sé nada de ese país? Busca en la wikipedia en francés. ¿Todo entendido? Sííííííííí. Resultados: trabajos que se adapten a las indicaciones, pocos, poquísimos. Me han utilizado el francés, el español e incluso el inglés. Muchas hojas arrancadas de cuadernos: cuadriculadas, pautadas con una línea, pautadas con dos líneas. Alguna había con la virutilla de papel que queda al arrancarlas de la espiral de alambre. Y de los márgenes, nada. Casi nadie los ha respetado. Luego se quejan de la nota, claro. Y los padres dirán que soy exigente e intransigente. Y los pedagogos sapientísimos dirán que coarto la creatividad de los alumnos y alumnas. Llega un momento en que me dan ganas de decir: Haced el trabajo que queráis o no lo hagáis. Decidid vuestra nota.
Fotografía de Diego Morales Acuarela de F. Saura Mira
Una visita al Museo de la ciudad (de Murcia) siempre aporta una grata satisfacción. En esta ocasión, una exposición de acuarelas del pintor F. Saura Mira dedicada a cada una de las 55 pedanías que forman el municipio de Murcia. Esta acuarela recrea Monteagudo.