El sábado pasado vi la ceremonia entera de la entrega de los premios Goya. Me quedé un poco como el señor de la columna. Me gustaron algunos chistes y algunos montajes, pero hubo muchas cosas que no debieran repetirse. Es inaceptable que se vean cabezas pasar por delante de la cámara. Está muy feo que los actores estén pendientes del móvil o que se vean butacas vacías. Mientras los ganadores suben al escenario podrían poner imágenes de la película en cuestión para evitar los tiempos muertos. No se anunció (por televisión no se oyó, desde luego; quizás porque hubo un corte publicitario, no sé a cuento de qué) con la debida antelación quién iba a tocar el piano mientras aparecían las fotografías de la gente del cine que ha fallecido en el último año. Por cierto, los rótulos iban a tal velocidad que no se podía leer correctamente el nombre de los susodichos. Un poquito más de respeto ¿no? Los ganadores se merecen su minuto de gloria, por supuesto, pero ¿de verdad no pueden prepararse un pequeño texto ingenioso? No me gusta que en un espectáculo así se digan tacos, no es elegante ni es el lugar adecuado. Tampoco me gustó que acabara la gala con los presentadores enseñando el culo. Eché de menos más chistes y gags.
Después de anunciar solemnemente sus promesas, juramentos, blasfemias, mentiras, profanaciones y regüeldos sobre y para la constitución que les permite y garantiza inmunidad para realizar sus altas responsabilidades públicas, los señores diputados, las señoras diputadas y les señores diputades tomarán posesión de sus instrumentos laborales.
Intentaré cocinar buenos alimentos en este hornoblog, sin que queden ni crudos ni chamuscados.
Buscaré los mejores ingredientes.
Ya tengo los mejores comensales.
Gracias.