miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sicvt in caelo et in terra

Fotografía de Diego Morales
Mojácar - Almería - España

- A una dama no; pero... ¿se le puede preguntar la edad a un caballero?
- La suma de los dígitos suma 10.
- ¿De los treinta hacia arriba no se ha de mojar uno la barriga?
- Yo es que me ducho en posición vertical.
- ¿Es cierto que no pesan los años sino los kilos?
- Pues va a ser que sí.
- ¿Qué prefiere "Cien años de soledad" o la "Crónica de una muerte anunciada"?
- Preferiría la "Crónica de cien años", vaya.
- ¿Qué quiere usted que le regalen?
-Me haría ilusión una cosa que empieza por eñe.

¡Y eso es to, y eso es to, y eso es tooooodo amigos, que diría el cerdito Porky!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Invitaciones


Fotografía de Diego Morales.
Pastel cocinado por mi hermanica.

Por estos lares lo celebramos todo. Cualquier excusa es buena para meterse algo por el gañate: o una copichuela de sidra o unas cucharadas de chocolate.
Como el pasado día 12 fue mi onomástica (día de San Diego de Alcalá) aquí les ofrezco un trocito de postre (ni engorda, ni tiene colesterol ni es pecado).

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Imparable Jálogüin

Fotografía de Diego Morales
Mis hijos menores
31 - 10 - 2010
Vinaroz - Castellón - España


Pues sí, esto del Jálogüin ya no tiene vuelta atrás.
Hace muuuuuchos años, cuando éramos felices sin hijos (jejejeje) nos juntábamos amigos y familiares el día de Todos los Santos, preparábamos tostones de azúcar con anís, unos chupitos y unas lecturas de Bécquer o de Poe y lo pasábamos terriblemente bien.
Después lo terrible fue que los hijos te impedían disfrutar de sesiones así, porque ellos eran aún más pavorosos, jejejeje.
El caso es que hemos vuelto a retomar la costumbre este año.
Preparamos unos mojitos y unos tostones, los zagales se disfrazaron de nosferatus y a mí se me ocurrió escribir un cuento de terror y pavor.
Me felicitaron y todo (pero yo, que soy descreído, sé que lo hicieron de boca para afuera).
Sin que sirva de precedente y asegurándoles que mi osadía no llegará a que publique nada más, aquí les dejo mi relato horroroso:
María, la hermana perfecta...


Me llamo María. Mis padres alaban mi obediencia; mis profesores, mi inteligencia; mis amigos el compañerismo; mis familiares mi dulzura. Todos están encantados de conocer a una niña tan agradable, simpática y cariñosa.
Tengo una hermana, Marta, mayor que yo. Una chica estúpida y vomitiva, sobre todo cuando tenemos visita y finge ser la perfecta hermana mayor: me besa, me regala caramelos, me llama guapa y me manda a mi habitación a jugar con mis muñecas. ¡Es tonta! Pero no lo sabe nadie más que yo.
Yo también finjo, pero es para que me dejen en paz. No soporto que nadie me diga lo que tengo que hacer, no me gusta que sepan nada de mí, no quiero que nadie dirija mi vida, por eso, porque soy muy lista, desde siempre he conseguido ocultar mis intenciones y mis tejemanejes con mi sonrisa encantadora y mis modales exquisitos.
Hace unos años, ocho o nueve tendría yo, me habían despertado los maullidos de un gato. Me levanté de la cama y me asomé a la ventana. Había luna llena y se veía muy bien el campo que hay detrás de nuestra casa. Pero no era un gato, sino veinte o treinta, o quizá más. Todos negros. Todos en fila. Maullaban. Se dirigían al bosque que hay detrás del campo. Pensé que mis padres se habrían despertado con aquel griterío de gatos pero no. Mi hermana Marta tampoco, pero eso ya no me extrañó porque es imbécil y sólo se despertaría si pasara frente a nuestra casa su novio haciendo ruido con la moto.
Los gatos caminaban despacio pero ninguno se salía de la fila ni se adelantaban. Todos, como hormigas, se dirigían al pequeño bosque.
Aquello me llamó tanto la atención que, sin pensar en las consecuencias, me puse un abrigo, me calcé las zapatillas y, sin hacer ruido, me escapé de la casa. He aprendido a ser sigilosa y sé moverme por toda la casa sin tropezar con los muebles, de esta forma siempre he espiado a mi hermana y a mis padres y me he enterado de todas sus conversaciones y secretos.
Me escapé de la casa y, a distancia, seguí el mismo camino que los gatos. Llegué al bosque y me escondí detrás de unos arbustos. Es muy difícil engañar a los gatos y todos me miraron y sabían que me ocultaba pero no pareció importarles mi presencia. Hicieron un círculo, pero un círculo muy curioso y cómico porque cada uno juntaba su hocico con el hocico del compañero y cada rabo con la punta del rabo del compañero. Cuando todos estuvieron perfectamente colocados, se oyó como un vendaval pero me extrañó porque no había viento, ni siquiera nubes.
Miré hacia el cielo y ví veinte, treinta o quizá más brujas. Todas volaban con sus escobas pero sin orden ni concierto, como si estuvieran peleándose, como si no supieran volar pero sin chocar. De pronto se oyó un silbido penetrante y todas se pusieron en fila y fueron aterrizando una detrás de otra en el centro del círculo formado por los gatos. Inmediatamente las escobas, como si fueran criadas bien instruidas, se colocaron fuera del círculo, cada una detrás de un gato. De pie como soldados, firmes, a la espera de ser llamadas ante cualquier emergencia.
De vez en cuando algún gato miraba en mi dirección y temí que se comunicara con alguna bruja y avisara de mi presencia pero nada de esto sucedió, con lo que me fui tranquilizando y me dediqué en cuerpo y alma a espiar a las brujas.
Cuando todas estuvieron dentro del círculo, se fueron sentando como los indios. La última en hacerlo fue, sin duda la jefa, puesto que era la más vieja, la más fea y la que peor genio tenía. Dos brujas jóvenes, cuando digo jóvenes, quizá podrían tener ciento veinte años o más, no paraban de cotorrear mientras se reían y se les veían los dientes negros y cariados. La bruja principal las miró con ojos coléricos y, como no se daban por aludidas, susurró unas palabras e, inmediatamente, dos de las escobas se pusieron en marcha y las brujas parlanchinas recibieron una buena somanta de escobazos mientras las demás brujas se reían y se burlaban.
La bruja capitana sólo tuvo que decir ssss, para que el silencio y el orden volvieran a la reunión. Susurró otras palabras y apareció una fogata en el mismísimo centro del círculo.
Entre la luz de la luna y la del fuego, vi cada una de las caras de las brujas, a cual más horrenda y espantosa. Unas estaban desdentadas, a otras les faltaba un ojo o un trozo de nariz, unas lucían rostros quemados, otras estaban calvas; a unas les faltaban dedos de las manos, o un brazo, o una pierna. Algunas tenían chepa, otras tenían bultos en la cabeza. Más que miedo, lo que sentía eran nauseas, e incluso noté algunas arcadas que reprimí como el que reprime un bostezo a destiempo.
Empezó la reunión, aunque ellas repitieron muy contentas la palabra “aquelarre”. La bruja principal pidió por última vez silencio:
-Callaos todas, brujas inmundas y asquerosas. Nos queda poco tiempo para que amanezca y tenemos que elegir a la que será bruja de este año. Ya sabéis que la elección recaerá en la bruja que más y peores fechorías haya hecho durante este año y ya sabéis que, durante el año próximo, podrá hacer lo que le dé la gana, en esta región o donde le apetezca. ¡Empezad a contar todas las injusticias, tropelías, crímenes, delitos y maldades que hayáis cometido!
Levantaron todas las manos a la vez y se pusieron a gritar pero en cuanto vieron que las escobas empezaban a moverse y temiendo recibir una lluvia de escobazos, se callaron todas y se cedieron la palabra.
- Hace unos días iba yo volando tan tranquila con mi escoba cuando ví a un campesino que estaba trabajando contento. Cantaba y parecía feliz. Me dio tanta rabia su alegría que le eché unos cuantos encantamientos y esa misma noche su mujer se puso enferma, a él le dolieron las muelas, su hijo tuvo fiebre, el perro se le revolvió y le mordió en una pierna y se le secaron todas las matas de tomates de su huerta.
Todas la brujas empezaron a aplaudir, aprobando el buen hacer de aquella bruja.
- Pues en una ocasión me quedé yo atrapada en las ramas de un árbol porque iba volando demasiado bajo. Me sentí tan mal ante mi torpeza que tuve que desahogarme haciendo algún hechizo. Por fortuna aparecieron por allí una pareja de novios. Iban cogidos de la mano y se reían contándose secretos de amor. Ya iban a despedirse cuando el chico fue a darle un beso a la novia. Gracias a mis encantamientos, en vez de una bella joven, el chico se encontró con una chica feísima, que olía a sudor y a la que le apestaba el aliento. El chico vomitó del asco que le dio aquel beso y la chica se enfadó y le soltó varios bofetones.
Las brujas rompieron a aplaudir, divertidas y contentas ante tamañas fechorías. Más de una lamentaba no ser tan inteligente para poder inventar bromas así de horribles.
Poco a poco las brujas fueron relatando sus maldades mientras las demás reían y se creaba un ambiente de fiesta y jolgorio.
De pronto la bruja principal se levantó y empezó a husmear como si fuera un perro, levantando la nariz y oliendo en mi dirección.
- Hay un humano por aquí cerca. Lo huelo. ¡Traédmelo!
Inmediatamente todas las brujas se levantaron y yo eché a correr todo lo aprisa que puede en dirección a mi casa. Pero las más rápidas ya se habían subido a sus escobas y me alcanzaron. Me taponaron el paso y entre dos me cogieron de pies y manos y me llevaron en volandas al círculo de los gatos. Éstos se habían dispersado asustados pero enseguida volvieron y se colocaron en la misma posición. Me pusieron al lado de la fogata y la bruja principal se me acercó.
No me daba miedo, sino asco y repugnancia porque era la más espantosa de todas. Echaba un olor hediondo, le faltaban trozos de cara y se le veían los huesos de la mandíbula. Era calva, chepada, coja y de sus ojos salía un hilillo de sangre que le bajaba por las mejillas. La bruja sacaba de vez en cuando la lengua y chupaba esa sangre.
-Has presenciado un aquelarre, niña. ¿Sabes lo que eso significa?
-No, -le dije mientras la miraba con valentía mientras me tragaba el asco que me daba.
-Te lo explicaré, niña estúpida. ¡O te conviertes en una de nosotras o te comemos ahora mismo asada como si fueras una castaña!
- Prefiero ser una de vosotras. No me apetece morir, porque soy joven. Y no soy tonta. – Respondió la niña.
- Jajajajaja. Me gusta esta niña tan valiente. ¡A ver si aprendéis de ella, viejas brujas ignorantes y babosas!
Pero la noche iba demasiado rápida y empezaba a amanecer.
-No tenemos mucho tiempo, niña. El sol sale y nosotras somos criaturas de la noche. Toma, te doy este libro para que te lo leas y te lo estudies. Dentro de trescientos sesenta y cinco días exactamente celebraremos un aquelarre aquí, de noche. Te examinaremos y te concederemos o bien el derecho a ser una bruja como nosotras o te mataremos. Ya no tienes escapatoria. No creas que te puedes escapar porque te vigilaremos. Si dices algo a alguien, caerá sobre ti la peor de las desgracias.
-¿Cuál? – pregunté.
- Es mejor que intentes imaginártelo. Y aún así, nunca acertarías el espanto que tenemos preparado a las chivatas. Preferirías morirte, créeme.
-Acepto- dije yo. Me leeré el libro. Me lo estudiaré. Me lo sabré de memoria y veréis como dentro de un año, seré la mejor de las brujas. Pero sólo quiero que me contestéis a una cosa. Para ser bruja ¿tengo que ser tan fea y asquerosa como vosotras?
-Jajajajajajaja- ¡Qué niña tan graciosa! Jajajajaja. Por el momento no temas. Empezarás a ponerte igual que nosotras en cuanto hayas cumplido cien años. A partir de entonces empezarás a estropearte. Cuantas más maldades hayas hecho, más fea y asquerosa te pondrás. Para nosotras es un honor ser así de espantosas. Eso demuestra lo malas que somos. Jajajajajaja.
Con la última risa, aquel coro de monstruos desapareció. Los gatos se fueron alejando cada uno por su lado, maullando tranquilamente y yo me quedé con un viejo y apestoso libro entre las manos. Lo guardé bajo el brazo, me arropé con mi abrigo y me volví a mi casa.
Entré tal y como había salido. Sin hacer ruido, sin que nadie se diera cuenta de mi ausencia.
A partir de entonces empecé a leer a escondidas aquel libro. Era muy entretenido pero lo mejor eran los ejercicios que había que hacer al final de cada lección. No me saltaba ninguno. Los hacía todos. ¡Y lo más importante es que me salían bien!
Una semana después del aquelarre ya me había estudiado el primer capítulo y me dispuse a hacer mi primer ejercicio.
Era sábado por la noche y mi querida hermana iba a una fiesta de cumpleaños a casa de su mejor amiga. Mi padre la llevaría en coche y ya estaba esperándola cuando se oyó un grito espantoso que resonó en toda la casa. Mi madre fue corriendo a la habitación de mi hermana y la encontró llorando y gritando:
-¡Mamá! ¡Es horrible! Me han salido diez granos y ha entrado un gato por la ventana que ha desgarrado mi precioso vestido. ¡Es horrible! ¡Quiero morirme ahora mismo¡ ¡No puedo ir a la fiesta! Nooooooooooooooooo.
Y no paraba de llorar ni de gritar mientras mi madre intentaba consolarla.
Yo puse cara de pena y dije:
-Lo siento mucho, hermanita querida… Si puedo hacer algo por ti…

Fin

Diego Morales


martes, 9 de noviembre de 2010

¿En qué quedamos?

Entrevista publicada en el diario murciano La Verdad, el 2 de noviembre de 2010


Imaginen ustedes que un inventado Mario Carmelo Pérez Vera, escritor, proclamara en una entrevista que:

"el hombre es capaz de lograr sus objetivos con más firmeza".

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Qué hago, qué hago...?

Fotografía de Diego Morales
Morella - Castellón - España
¡No sé qué hacer, si quedarme al solecico, si entrar a la escuela...!

domingo, 7 de noviembre de 2010

¿¿¿¿¿¿???????

Fotografía de Diego Morales
Real Santuario de Nuestra Señora de la Fuente de la Salud
Traiguera - Castellón - España
La Mare de Dèu! ¡No sé qué ponerme para la visita del papa!

sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Y el final?

Fotografía de Diego Morales
Morella - Castellón - España

¿Qué le ocurriría después a esa mujer?

viernes, 5 de noviembre de 2010

Gramática parda

Fotografía de Diego Morales

Disponen ustedes de 3'' para encontrar la falta de ortografía.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Alegrías y penas

Fotografía de Diego Morales

Hoy es día de alegrías y pena.

martes, 2 de noviembre de 2010

Mesdames et Messieurs...

Fotografía de Diego Morales

- ¿Y desde cuando está usted aquí?
- Desde que me dijeron que París bien vale una misa...
- ¿Es verdad que la luna llena sobre París ha transformado en hombre a Denis?
-Al menos a ese Denis lo convirtieron en hombre, a mí me han dejado de piedra...
- ¿Y no es menos cierto que arde París?
- Arder, arder, lo que arden son los coches, pero eso es en la "Banlieu"...
-¿Acaso los niños no vienen de París?
- De París, más que venir salen los romaníes...
- ¿Quizá "Paris c'est la France"?
-Que va; París es París y Francia es Francia. ¿Qué tendrá que ver Juana con su hermana?
- ¿Y esa piedra?
- Es para tirársela a Quasimodo, que le tengo unas ganas...
- Bueno, Monsieur, lo dejamos a usted que disfrute de las vistas...
- Merci. A-u revo-i-re, dijo Volta-i-re, tirando la gorra al a-i-re; fermé la fe-ne-tre para que el aire non pe-ne-tre...

lunes, 1 de noviembre de 2010

A mis padres

Fotografía de Diego Morales


Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,


(Jorge Manrique)