Fotografía de Diego Morales |
¡Menuda tarde de sábado!
A cuatro asientos del mío se sentaron los padres de un jugador local: paletos, energúmenos e impresentables. Ella, feúcha y sin gracia ninguna, soltó no sé cuántas hostias. Él, gordinflón, coleta y barba sucias y estropajosas, soltó más hostias aún y se cagó en no sé cuantos santos y dioses. Estuvo todo el rato provocándome y llamando a nuestros hijos "barrigas verdes y murcianos". Al final del primer tiempo se fue a la cantina a llenarse el barrigón de comida, se nota que para seguir cagando.
No quise entrarle al trapo pero aplaudí a los nuestros con todas mis ganas. ¡Y se lo merecieron: ganaron 0/6 al equipo costero y mi hijo metió tres golazos! (Y el árbitro les sacó dos tarjetas amarillas, al equipo costero, claro. ¡El gordoncho ése decía que iba a darles de comer mojama a sus hijos, en vez de lechugas y alcaciles! Y les suplicaba que marcaran algún gol, el del honor... -que él ni conoce ni ha tenido-).
Si en un partido de infantil o cadetes algunos padres se comportan así, ¿qué se puede esperar en las categorías profesionales?
En un momento estuve a punto de saltarle a la yugular al cerdo asqueroso ése cuando gritó: ¡rompedles las piernas!
¡A ti sí que te deberían romper los cuernos, hijoputa!
4 comentarios:
Que sepas que me he reído con tu inspiración. ¡Así se habla, sí señor!.
Diego, un beso.
Lourdes:
Siempre es una alegría saber que te he hecho sonreir.
Salu2 futboleros.
Qué a gustito te quedaste...
Estos son del tipo "yo, por mi hijo, mato"...
Bizz, murcianico.
Y respira...
Zarzamora:
Es estremecedor ver cómo la violencia verbal está presente en estos niveles de competición.
Salu2 de buen juego.
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