Fotografía de Diego Morales |
“Aomame
la consoló y le aconsejó que lo castigara de algún modo. Pero Tamaki no estaba
de acuerdo. Le dijo que ella misma no había tenido cuidado y que era demasiado
tarde para denunciarlo. Ella también era responsable por haber ido a solas a su
habitación cuando la invitó. “Quizá sea mejor olvidarlo”, le dijo. Pero a
Aomame le dolía la profunda herida que aquel hecho había causado a su mejor
amiga. No se trataba de un problema superficial, como la pérdida de la
virginidad. Era un asunto que atentaba contra la dignidad de un alma. Nadie
tenía derecho a invadirla. Y la impotencia era algo que corroía a las personas
hasta el final.
Por eso Aomame decidió
castigarlo personalmente. Le sonsacó a Tamaki la dirección del apartamento donde
vivía el chico y fue allí con un bate de sófbol metido en un cilindro grande de
plástico para planos de dibujo técnico. Aquel día, Tamaki había ido a Kanagawa
a la celebración de un rito por un familiar fallecido o algo por el estilo, con
lo cual ya tenía coartada. Aomame se había asegurado de antemano de que el
chico no estuviera en su habitación. Con un destornillador y un martillo rompió la cerradura y entró en el
dormitorio. Luego envolvió una toalla
alrededor del bate varias veces y, con cuidado de no hacer ruido, hizo añicos
todo lo que había dentro de la habitación. La televisión, la lámpara, el reloj,
los discos, la tostadora, el jarrón… No quedó nada en pie. Cortó el cable del
teléfono con unas tijeras. Rasgó en pedazos las portadas de los libros,
esparció la pasta de dientes y la espuma de afeitar por toda la alfombra. Echó
salsa en la cama. Hizo trizas los cuadernos que había dentro de los cajones.
Partió bolígrafos y lápices. Rompió todas las bombillas. Rajó con un cuchillo
las cortinas y los cojines. También cortó todas las camisas que había en el armario. Llenó de Ketchup los
cajones de la ropa interior y de los calcetines. Arrancó los fusibles de la
nevera y los tiró por la ventana. Soltó y rompió la goma de cierre de la
cisterna. Destrozó la alcachofa de la ducha. La destrucción fue exhaustiva y
minuciosa, de una punta a otra. La habitación quedó igual que el centro de
Beirut después de un bombardeo, tal y como había visto en una fotografía de un
periódico hacía unos días. “
Capítulo 13. Aomame. Víctima de nacimiento. Página 218.
En este fragmento también se puede apreciar la técnica y personalidad del maestro Haruki Murakami. Me fascinan esos personajes tan decididos, tan complicados, tan sutiles, tan irónicos, tan mordaces, tan tiernos y tan crueles.
Este pasaje me desata la risa. Una sonrisa cómplice y malvada.
Me he preguntado varias veces por qué. En algún momento todos hemos pensado en hacer algo así. Y si junto lo que ya he pensado (romper la pantalla de la tele con todas mis fuerzas) a lo que imagina Murakami por mí (rajar cortinas y cojines), pues me sale esa risa malévola. El uso de sinónimos de destrucción y la narración detallada de las diversas roturas, también es un elemento muy cómico que sabe utilizar Haruki.
¿A quién no le gustaría darse el capricho de una sesión como la que realiza Aomame? Jejejejejeje.
8 comentarios:
Diablos, Dhyego, no conocía este lado destructivo de tu personalidad. Pero sí, a veces es bueno desahogarse en grande.
Es un verdadero placer, querido amigo, volver a leer tus entradas, palabra. Mil gracias por tu compañía durante este tiempo.
Besos.
Liliana:
Con ganas se queda uno de romperlo todo, a veces, jejeje.
El placer es que me visites. ¡Celebro muchísimo tu recuperación, tu victoria, tu fuerza!
Cariños.
Sí que es cierto, Dyhego, qué bien se debe de quedar uno cuando le hace algo así a quien se lo merece.
Y se piensa a quién lo desearías hacer.
Creo que a nadie.
Péroooooooo.
Tecla:
No me importaría entrar en la casa de Rajoy, de Zapatero, de Mas, de Feijoo, de Urkullu...
Salu2 pacíficos...
Jajajajjaj. Y en la de tantos otros más. Pero sobre todo en la de Mas.
Tecla:
¡Y si damos con la caja fuerte... ya, ni te cuento, jajaja!.
Salu2.
Yo les rompería la cara a unos cuantos, fíjate...
Sonrío.
Bizz, Diego.
Zarzamora:
Hay que hacer pesas, porque algunos tienen la cara de granito...
Salu2.
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