A mi tía María

Fotografía de Diego Morales

Ayer murió una de mis tías y vengo del entierro.

Le gustaba mucho ver fotos, cosía muy bien y más de un pantalón me cortó y cosió; de pequeño me escandalizaba que se comiera la fruta con pan...

Desde el último funeral de otro tío (éste político) hace dos años no había vuelto a asistir a una misa.

Como mi tía pertenecía a las comunidades catecumenales (los Quicos los llaman) había tres curas, un señor se ha puesto a tocar la guitarra y la ceremonia ha durado una hora (y porque había otro entierro después, que si no...).

Las canciones me sonaban porque son las mismas que escuchaba yo cuando era muy pío, hace siglos o milenios (no hay variaciones en la lista de los 40 principales eclesiásticos). La última canción sí me ha conmovido aunque se repetía lo menos cien veces "resucitóoooooooo".

El sermón ha sido comedido y pasable, pero me repatea esa manía de meter el dedo en el dolor. Parece que si no hay dolor no hay cielo. ¡Qué manía! Lo menos ha dicho el cura tres veces: porque Dios la ha puesto a prueba con esta enfermedad. Si se piensa en esas palabras, parece que el cura estuviera diciendo que Dios se frota las manos de gusto al ver la enfermedad de la gente, o que tuviera especial empeño en mandarnos enfermedades y dolores por doquier...

En fin, era una buena mujer y yo guardo muchos recuerdos. Una vez me escondí debajo de la cama varias horas mientras me buscaban, mi madre ya para que le diera un trastorno, total, porque me daba vergüenza que me viera en calzoncillos para tomarme medidas para un pantalón...

¡Descanse en paz!