Pasad, niños; pasad...

Fotografía de Diego Morales

Érase que se era un malvado brujo que jugaba al golf en su chalete adosado de "C... resor an cantrih clah" y que sólo tenía una idea en la cabeza: absorberles el seso a todos los niños y a todas las niñas de la urbanización.

Aprovechando que se acercaba Jalogüín y que estos días eran fiestas entrañables y tradicionales en las que todos y todas se daban patadas en el culo por ser más tétricos y tétricas que nadie, se le ocurrió la malvada idea de invitarlos e invitarlas a todos y a todas a su fastuosa mansión prometiéndoles caramelos, chicles y golosinas varias.

Colocó un suave y mullido felpudo como cebo y en cuanto hubieron traspasado el umbral de aquella casa de los horrores... zas, los atenazó y las atenazó, los amordazó y las amordazó, los ató y las ató y cuando ya no pudieron hablar ni escapar, les leyó todas las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y todos los cuentos de Edgard Allan Poe y, para rematar, los puso y las puso frente a una pizarra digital para que leyesen y viesen esta espeluznante bitácora.

¡Cuán malvados pueden ser los brujos!